martes, 3 de diciembre de 2013

Las Gradas..

Camaleón 1.



Cuando bajo por las gradas de los 4 pisos de mi casa, me sé de memoria el recorrido de los siete escalones que son separados por los pequeños descansos, me sé el porte de cada grada instintivamente, no necesito prestarle atención a los reveses que ocasionan las graves desigualdades que cometieron los terribles arquitectos al hacerlas, en el día, las gradas son de color crema, con ciertos moteados blancos y negros, que facilitan la limpieza, que  no es tan necesaria con tanta mancha…

En la noche, el espectáculo es un poco inestable, entiendo las gradas, con los escasos rayos de luz, penetran por las ventanas que se encuentran en cada descanso, reflejan las sombras de las plantas que intentan tomar sol por las mañanas… Las plantas son hermosas, a veces ciertas especies dan flores y en el día esas flores fucsias se ven tan hermosas, pero en la noche…

Cuando bajo las gradas, intento encender las luces, sabes, la oscuridad hace que mi imaginación resalte, pero más que eso, aquel sentimiento que en mí ocasiona pánico tal…

Si estoy a ciegas, tanteo el barandal para sentirme segura, porque sé que me están siguiendo para empujarme, al primer descuido, me empujarán y resbalaré, como me ha pasado varias veces,  quien me persigue, tiene la capacidad de modificar el tamaño y la cantidad de gradas, me he medio matado en las noches sin luna que hacen de la oscuridad, una reina de la noche y a sus súbditos, carnívoros hambrientos de mi carne, de mi sangre, de mi energía que absorben cuando bajo…

Pero, bajar no es tanto un problema… La salida hacia la puerta principal es la luz de mi vida, si llego viva al pasillo, llegar a la puerta es la gloria, pero…  Tal es el poder de éstos seres, que cuando llego al pasillo, me distraigo tanto que nunca encuentro la llave adecuada, se me acercan tanto, que casi puedo sentir el frío tacto de su espíritu en mi espalda, esa sensación de que estoy siendo acechada, me produce mucho miedo, quisiera que no se divirtieran con mis emociones, así que me endurezco…

Pierdo algo de cordura, pero empiezo a hablar en voz alta, para que el sonido les aleje de mi presencia, y mis sentidos me engañen un poco para calmar mi ansiedad y así poder abrir la puerta…

Cuando finalmente abro la puerta, la luz del poste de la calle, inunda mi rostro y lo festejo siempre con una sonrisa, olvidándoles un poco, triunfante… Me retiro… Les cierro la puerta en la cara… Por alguna razón,  no pueden salir del pasillo, no pueden entrar en ningún departamento, no pueden merodear en la calle, están atrapados en las gradas…

Nada se compara con el regreso, siempre regreso, cuando lo hago, olvido el juego que llegué a vencer cuando salía, yo lo olvido, pero ellos no, ellos se aprovechan de que al regreso estoy más vulnerable, y me esperan, justo en el descanso antes de subir…

Anoche pude finalmente ver a uno de los que me esperan, tiene un sombrero antiguo, está bien vestido, tiene en su boca un delgado cigarrillo que deja caer de su mano cuando llego… Me mira y me sonríe cuando voy avanzando por el pasillo, tengo que cerrar la puerta a mis espaldas y como humo que ha sido atravesado por el viento, se desfigura…

Cuando paso por el inicio de las gradas, su figura ya no se ve, pero sé que me invita a subir, y hace de mi escolta todo el camino, una mujer va detrás de él… Pidiéndole explicaciones del porqué de su escolta, ella a veces se le adelanta, queriendo tocarme, pero regreso a ver, cuando ya mi corazón no puede más, regreso a ver la oscuridad, porque si ha de tocarme o ha de herirme, que no sea cobardemente, sino que lo haga de frente, pero como que me juega una mala pasada, se esconde y no puedo verla, sólo sentir que no se ha ido y que es capaz de perseguirme hasta el final..

Cuando finalmente llego a mi piso, enciendo la luz, que hace que se desaparezca enseguida, huye con la oscuridad a las profundidades de las gradas de planta baja, y cuando apago la luz, aparece como que la oscuridad fuera su transporte, pero para ese entonces estoy detrás de mi puerta de metal, guarecida en mi apartamento, nunca le permito la entrada, pero a veces la escucho reír en los pasillos, porque sabe que un día me rendiré y podrá atormentarme más…

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