Camaleón 1.
Cuando bajo por las gradas de los
4 pisos de mi casa, me sé de memoria el recorrido de los siete escalones que
son separados por los pequeños descansos, me sé el porte de cada grada
instintivamente, no necesito prestarle atención a los reveses que ocasionan las
graves desigualdades que cometieron los terribles arquitectos al hacerlas, en
el día, las gradas son de color crema, con ciertos moteados blancos y negros,
que facilitan la limpieza, que no es tan
necesaria con tanta mancha…
En la noche, el espectáculo es un
poco inestable, entiendo las gradas, con los escasos rayos de luz, penetran por
las ventanas que se encuentran en cada descanso, reflejan las sombras de las plantas
que intentan tomar sol por las mañanas… Las plantas son hermosas, a veces
ciertas especies dan flores y en el día esas flores fucsias se ven tan
hermosas, pero en la noche…
Cuando bajo las gradas, intento
encender las luces, sabes, la oscuridad hace que mi imaginación resalte, pero
más que eso, aquel sentimiento que en mí ocasiona pánico tal…
Si estoy a ciegas, tanteo el
barandal para sentirme segura, porque sé que me están siguiendo para empujarme,
al primer descuido, me empujarán y resbalaré, como me ha pasado varias
veces, quien me persigue, tiene la
capacidad de modificar el tamaño y la cantidad de gradas, me he medio matado en
las noches sin luna que hacen de la oscuridad, una reina de la noche y a sus
súbditos, carnívoros hambrientos de mi carne, de mi sangre, de mi energía que absorben
cuando bajo…
Pero, bajar no es tanto un
problema… La salida hacia la puerta principal es la luz de mi vida, si llego
viva al pasillo, llegar a la puerta es la gloria, pero… Tal es el poder de éstos seres, que cuando
llego al pasillo, me distraigo tanto que nunca encuentro la llave adecuada, se
me acercan tanto, que casi puedo sentir el frío tacto de su espíritu en mi
espalda, esa sensación de que estoy siendo acechada, me produce mucho miedo,
quisiera que no se divirtieran con mis emociones, así que me endurezco…
Pierdo algo de cordura, pero
empiezo a hablar en voz alta, para que el sonido les aleje de mi presencia, y
mis sentidos me engañen un poco para calmar mi ansiedad y así poder abrir la
puerta…
Cuando finalmente abro la puerta,
la luz del poste de la calle, inunda mi rostro y lo festejo siempre con una sonrisa,
olvidándoles un poco, triunfante… Me retiro… Les cierro la puerta en la cara…
Por alguna razón, no pueden salir del
pasillo, no pueden entrar en ningún departamento, no pueden merodear en la
calle, están atrapados en las gradas…
Nada se compara con el regreso,
siempre regreso, cuando lo hago, olvido el juego que llegué a vencer cuando
salía, yo lo olvido, pero ellos no, ellos se aprovechan de que al regreso estoy
más vulnerable, y me esperan, justo en el descanso antes de subir…
Anoche pude finalmente ver a uno
de los que me esperan, tiene un sombrero antiguo, está bien vestido, tiene en
su boca un delgado cigarrillo que deja caer de su mano cuando llego… Me mira y
me sonríe cuando voy avanzando por el pasillo, tengo que cerrar la puerta a mis
espaldas y como humo que ha sido atravesado por el viento, se desfigura…
Cuando paso por el inicio de las
gradas, su figura ya no se ve, pero sé que me invita a subir, y hace de mi
escolta todo el camino, una mujer va detrás de él… Pidiéndole explicaciones del
porqué de su escolta, ella a veces se le adelanta, queriendo tocarme, pero
regreso a ver, cuando ya mi corazón no puede más, regreso a ver la oscuridad,
porque si ha de tocarme o ha de herirme, que no sea cobardemente, sino que lo
haga de frente, pero como que me juega una mala pasada, se esconde y no puedo
verla, sólo sentir que no se ha ido y que es capaz de perseguirme hasta el
final..
Cuando finalmente llego a mi
piso, enciendo la luz, que hace que se desaparezca enseguida, huye con la
oscuridad a las profundidades de las gradas de planta baja, y cuando apago la
luz, aparece como que la oscuridad fuera su transporte, pero para ese entonces
estoy detrás de mi puerta de metal, guarecida en mi apartamento, nunca le
permito la entrada, pero a veces la escucho reír en los pasillos, porque sabe
que un día me rendiré y podrá atormentarme más…
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