Se veía la silueta
elegante de una dama en minifalda y con un largo abrigo oscuro, alzando una copa
de vino, en medio de una mesa, brindaba con un hombre frente a frente, atractivo
y de unos diez años menos que ella..
Estaban cerrando un trato, Andreas Corelli, sonreía extasiado… Mostrándole un sobre que contenía una gran cantidad de dinero..
Estaban cerrando un trato, Andreas Corelli, sonreía extasiado… Mostrándole un sobre que contenía una gran cantidad de dinero..
La mujer, ignorando el
gran sobre que se posaba sobre la mesa, tocó los guantes blancos del caballero,
sin temor y con cierta osadía, sonreía diciendo:
-Ha sido un placer saber
que al fin trabajaré para ti, y sobre todo, estoy contenta de tener estos minutos de
conversación contigo… Espero que se repitan de aquí en más…
El caballero, permanecía
en silencio, pero sonriente, la observaba con cierta admiración, ninguna de las
personas que habían cerrado tratos con él, parecían contentas de hacerlo y seguras,
hasta se la notaba feliz, algo que a él, lo dejaba con cierta curiosidad, sentía
que a Isabel no le importaba en lo absoluto, la presencia o la imponencia de su
aura maligna, era simplemente, algo que ella ignoraba, como que hubiera
conocido al Joven de broche plateado toda la vida, no le temía…
Pero esta suposición
no está del todo equivocada... Isabel desde niña se había enterado de la Fama
de un hombre joven y apuesto que siempre vestía de blanco, y por supuesto,
también sabía de memoria, pues había escuchado de los labios de sus parientes, que llevaba las
mayores desgracias atadas a sus espaldas, hacía negocios especiales, cumplía deseos
a cambio de terribles favores, a su alrededor había tanto misticismo que, le resultaba hipnotizante, por lo que desde
muy joven se convirtió en una fiel
seguidora oculta de sus pasos…
Esa tarde, los copos
de nieve, caían uno sobre otro formando una capa delicada blanca en las calles,
la misteriosa mujer, sonriente para sí, retiró la mano de la de Corelli,
deslizándola hacia el sobre que a unos centímetros se encontraba, lo guardó en
su bolso, sin dejar de mirar el paisaje por la ventana y enseguida se levantó,
y el mesero que pasaba junto a la mesa le observaba.
-“Me retiro, ya han
pagado la cuenta.”
Cuando el mesero
regresó a ver, la mesa estaba vacía, había visto entrar a dos personas, pero la
mujer, salió sola, en ningún momento recordó haber visto al hombre salir, y
menos haber llevado la cuenta a la mesa…
Al mirar las dos copas
de vino, la libreta mágicamente se encontraba sobre la mesa, y el dinero de la
cuenta estaba adentro, con una generosa propina….